Pobladores de Chablekal, defienden sus tierras, San Fernando, Halachó, Chapab, Maxcanú, Kanachen, Paraíso, Hunucmá, también se atrincheran contra voracidad inmobiliaria.
Los Pobladores ejidatarios de –San Fernando, Halachó, Chapab, Maxcanú, Kanachen, Paraíso, Huncumá, Sudzal y principalmente Chablekal, se atrincheran y tienen esperanza de conseguir justicia en sus batallas legales por el reconocimiento de sus derechos y dueños de sus tierras que están en la mira de inmobiliarias que van extendiendo impunemente sus tentáculos devorando tierras ejidales de los municipios conurbados con Mérida en el estado de Yucatán.
Chablekal, a menos de una hora al norte de la capital estatal, a 15 kilómetros de Mérida, casi desdibujado como pueblo, es uno de los pueblos que defiende contra todo el polígono de Misnebalám, un reducto de monte de no más de 286 hectáreas apetecido por urbanizadores e inmobiliarias que ya se “tragaron” casi todas las tierras ejidales de la localidad. Según la autoridad del tribunal agrario, nada impide que esa tierra ejidal se venda porque ahí, puro monte, “no hay nada”.
Pero para los pobladores originarios esa “nada” tiene otro valor: “Son los últimos pozos naturales y ojos de agua que nos quedan, además de vestigios arqueológicos y especies vegetales y animales”, nos explica José Euán, de la Unión de Defensa. Euán Romero, de la Unión de Pobladores en Defensa del Territorio de Chablekal, exige reconocer el derecho de un pueblo maya, un medio ambiente sano, y por nada dejarán que grupos inmobiliarios devasten y se apoderen de sus tierras para sus desarrollos inmobiliarios. Él y sus compañeros están empeñados que su pueblo no corra el mismo destino de otros, como Cholul y Temozón, que en cuestión de un lustro fueron devorados por la expansión urbana de Mérida.
Destacan que Chablekal es ya una de las zonas de mayor plusvalía en la pujante capital estatal. El crecimiento es reciente (menos de 10 años) y vertiginoso. Ya se asentó sobre tierras ejidales el nuevo Club de Golf, con su cauda de proyectos de zona Premium, como le llaman (campo de golf, torres de condominios, fraccionamientos exclusivos, escuelas y universidades privadas, albercas y lagos artificiales por doquier). Como apunta Betty Euán, también integrante de la Unión, la mayor parte de los ejidatarios “ya mal vendieron sus terrenos. A otro ni siquiera les pagaron”. No se trata nada mas de un despojo de tierras “sino un cambio en su forma de vivir, de ser, que tiene una vinculación ancestral.
La ciudad no solo se los come geográficamente sino también los avasalla como cultura de los pueblos”, dice Mauricio Casares. Cita ejemplos: “Ya no se reconocen los jueces mayas, jueces de paz. Hay que ir a los tribunales de Mérida. Hasta para enterrar a sus muertitos dependen de las autoridades de la capital”. De ahí que la Unión decidiera hace ocho años tomar posesión Misnebalam, 286 hectáreas de tierras ejidales destinadas a uso común.
“Es nuestra última frontera”. Pero ante los tribunales agrarios tienen todo en contra. “El Estado no entiende, o si entiende hace como si no entendiera. Rechaza todos nuestros argumentos porque no están basados en la ley agraria, son otros elementos que giran en torno a la libre determinación de los pueblos y el derecho al territorio.”
El historiador José Koyoc Uc se va al siglo 19 para ilustrar el proceso de expansión urbana de hoy: “Mérida se expande en el siglo 19 comprando territorios de las haciendas y los pueblos de alrededor. Así los pueblos antiguos quedan reducidos a comisarías. En el siglo 20, Chuburná quedó dentro de la mancha urbana. Luego al sur Kanasín; Cholul al Norte más recientemente. Al oriente lo de Caucel fue terrorífico. Lo mismo Kumpich, Sodzil Norte, San Gertrudis Copó, Temozón. En el atlas de la Comisión para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas ya ni siquiera aparecen como pueblos.
Eso es lo que está pasando en Chablekal. La SEDATU, la jurisdicción agraria, los de Conagua, los de Semarnat , Consideran que los territorios que están en manos de los mayas son improductivos”, justifican para hacer sus negocios con la mafia inmobiliaria.